RAID MARZO 2014 SOLO ARENA por GABRIEL DEL BARRIO y MARIETA SANJUAN (Almería)

Éramos todos los que estábamos

Sexto día. Los seis coches culebreaban entre dunas bajas, camino de una de las pirámides de arena del Erg Chebbi. El procedimiento era sencillo. Xavi abría camino, y cada coche esperaba brevemente a que el siguiente hubiese superado la inclinación en que se encontraba, de modo que en caso de detención siempre pudiese parar en una suave cuesta abajo. Con un poco de práctica, el convoy se movía con ritmo por aquel laberinto de arena. Los pilotos y copilotos se mantenían concentrados para evitar pequeños atascos, y esa abstracción producía el efecto extraño de que era la gran duna de casi 150 metros la que se movía progresivamente hacia los coches, como si quisiera desafiarlos. Las emisoras producían mensajes  breves y rutinarios para alertar al de detrás sobre posibles trampas, o incluso algún comentario jocoso.

Llegando al pie de la gran duna de Sabor Superior, la voz de Xavi se hizo esquelética: “Orden de dunas, separación de cincuenta metros. No levantéis el pie hasta llegar arriba, pero no descolguéis el cocheal otro lado porque no sabemos si ha cambiado la pendiente desde el otro día. Si alguno se queda, el siguiente le rodea. No os paréis en la subida si no es imprescindible. Toyota, detrás de mí. Gas. Lo que dé el coche. ¡Ahora!”.

Como un solo monstruo articulado, los seis coches aceleraron a fondo en los últimos metros previos a la cuesta. Los motores bramaban a cuatro mil vueltas siguiendo las roderas de Xavi. Las ruedas acariciaban la débil costra de arena sin romperla. Ocasionalmente, alguna zona más blanda se cobraba algunos caballos valiosos, pero la inercia y un suave giro ayudaban a superarla. El horizonte de arena, que abajo llenaba el parabrisas del coche, iba desapareciendo hacia el salpicadero a medida que la subida avanzaba. En cierto momento sólo sevio el cielo, y eso transmitió el mensaje urgente al piloto de que la cuesta había sido culminada. Un retraso levantando el pie y el coche despegaría volando hacia el otro lado. Un adelanto, y el coche se pararía antes de tiempo obligando a deshacer la cuesta marcha atrás. Impensable dar la vuelta por el riesgo de volcar. Dos puntos sin retorno separados por menos de un metro.

La formación de coches fue llegando ordenadamente a ese estrecho margen sin que ocurriese una sola incidencia. Asomándose con determinación al abismo de arena. Sabor Superior por segunda vez. Las tripulaciones se bajaron felicitándose mutuamente, mientras los motores recuperaban el aliento al ralentí. Al otro lado, el sol crepuscular iluminaba oblicuamente las dunas del Erg, justificando el nombre árabe de mar de arena. Una pendiente de casi doscientos metros, formada por arena suelta en ángulo de reposo a más de 30º, nos separaba del lugar de acampada. Pero eso era solo vértigo y ya sabíamos cómo negociarlo.

Parece mentira que en tan poco tiempo hubiésemos alcanzado esa compenetración. Nos habíamos conocido solo seis días antes en el puerto de Algeciras. Cinco coches y siete personas interesados en el curso de conducción por arena ofrecido por Sahara4x4xextrem. Ese pequeño grupo reunía algunos de los todoterrenos míticos de todos los tiempos. Un Mercedes G 350 Bluetecde última generación (Patxi), un Jeep Wrangler JK(Amador), un  Mitsubishi Montero Did (Sabino y Paco), un LandRover Defender Td5 con la centralita tocada (Fernando), y un Toyota LandCruiserserie 7 con motor 1KZ-T (Marieta y Gabriel). Y el HDJ 80 de Xavi. Potencias entre 125 y 210 CV, pares entre 295 y 540 Nm,y edades entre 1 y 25 años. Al cabo de unos días, personas y máquinas formaban sistemas tan fusionados que todos éramos conocidos por nombres simples: Mercedes, Wrangler, Mitsubishi, Defender y Toyota.

Nuestros motivos eran heterogéneos, sin embargo. Algunos estaban especialmente interesados en el objetivo de atacar dunas altas y exprimir allí la potencia de sus motores. Otros creíamos que lo importante era moverse con soltura en el intricado lío de crestas, escalones y hoyas para llegar a sitios entre dunas bajas. Defender ya había corrido la Panáfricay quería perfeccionar su técnica. Otros, finalmente, acudieron sin prejuicios en espera de lo que les deparase el paisaje. Todos estábamos algo equivocados al suponer una motivación única, y el pequeño erg nos puso a cada uno en su sitio.

 

En realidad, el nombre de Raid Solo Arena se presta a confusión. La única componente de raid está en la necesidad de superar los casi 850 km que separan Tánger de Merzouga en el menor tiempo legal posible. Tanto el viaje de ida como el de vuelta están partidos por sendas etapas en sitios convenientes, Midelt y Asilah respectivamente. Pero la distancia es la distancia, y estos coches no dejan de ser tractores refinados, lo que obliga a una disciplina férrea para mantener los tiempos de viaje. Una vez en el Erg, el tiempo deja de existir y solo importa el espacio.

El Erg Chebbi mide aproximadamente veinticinco por siete kilómetros, y tiene la población de Merzouga a sus pies. Está formado por una masa monótona de dunas transversales bajas, entre las que sobresalen catorce grandes pirámides estrelladas. Es un ambiente confinado, ideal para practicar la conducción en arena sin el riesgo inherente a meterse de lleno en alguno de los grandes mares de arena del Sahara. Las dunas están vivas y su configuración, según la ve un todo terreno, cambia con frecuencia. Ello obliga a iniciarse de la mano de un guía experimentado, como ha resultado ser Xavi.

 

No todo fue sencillo al principio. Xavi era consciente de que la única manera de tirarse a una piscina es de golpe y no mojándose progresivamente las piernas y la barriga. De modo que a nuestra primera llegada al Erg, todavía en modo viaje, seleccionó un sitio para parar en el borde noroeste. Desinflamos hasta unos 0.8 bares, revisamos la fijación de la carga, y recibimos una explicación sucinta y concreta sobre lo que había más allá. Y nos tiramos de cabeza a la piscina.

El orden de dunas es sencillo. Abre el guía, y los coches menos potentes o con tripulación menos experimentada se ponen al principio. Eso asegura una respuesta eficaz en caso de dificultad insalvable. El criterio se invierte hacia el final del convoy, donde los caballos pueden suplir la falta de práctica. El convoy se cierra por un piloto con experiencia. Xavi, Toyota, Mercedes, Mitsubishi, Wrangler y Defender.

El orden de dunas nos importó poco inicialmente, y todos nos metimos con aplicación en líos de los que no sabíamos salir solos. En cada vaguada o en cada cresta alguien decía ‘me he quedado’. El HDJ 80 aparecía entonces como un enorme escarabajo naranja, parando y arrancando en lugares imposibles, y diciendo principalmente ‘¡gas, gas, gas!’. Más que un convoy, aquello se movía como una lombriz con epilepsia. Pero esa tarde hicimos nuestra primera travesía del Erg hasta llegar a Merzouga, en su extremo suroeste.

Poco a poco, la situación se fue normalizando. Pero el aprendizaje consiste en superar lo que ya se sabe hacer, e iban apareciendo nuevos retos, no siempre comprendidos inicialmente. La primera subida a Sabor Superior fue uno de ellos. Defender abrió camino y terminó en un sitio y en una posición que nos secó la boca. Toyota trilló un pequeño rellano dando vueltas para coger impulso, y acabó razonablemente bien descolgadoen la cresta de la gran duna, con el coche inclinado 35º hacia abajo (‘cuando solo veas el cielo, levanta el pie’). Mercedes subió como el señor que era, e hizo avanzar reluctantemente el coche hasta descolgarlo igualmente (‘¡gas, gas, gas, no te pares, no te pares’!).  Mitsubishi, que por razones que se verán más adelante iba muy cargado, paró en seco cuesta arriba a pocos metros de la cresta, en arena blanda que casi le llegaba a los ejes. Imposible seguir y desagradable retroceder. Y Wrangler subió con despreocupación empujado por sus 200 CV, pero se mosqueó frente al patio que se abría ante sus ojos al llegar arriba, y paró también demasiado pronto. Dos coches atascados arriba de la gran duna. Otros dos cuyos pilotos se agarraban al volante y a los frenos como a clavos ardiendo, a pesar de que la arena detiene el vehículo más de lo que parece. Y uno al que no queríamos ni mirar porque ya teníamos bastante con lo nuestro.

 

Xavi hizo un plan de contingencia bastante lógico: un coche bien posicionado tira en su bajada de otro atascado, y éste tira del siguiente tras haber superado la cresta. Mercedes escuchó con incredulidad que no solo debía bajar por allí, sino que además tenía que hacerlo tirando de Mitsubishi. Y lo hizo. Todos hicimos nuestra parte hasta llegar al pie de la enorme cuesta, segregando adrenalina por todos los poros. Los coches flotaban en segunda reductora sobre una masa de arena inestable, corrigiendo con el volante cualquier conato de chorreo que podría acabar fácilmente en vuelco. Una vez abajo, Mercedes y Toyota se abrazaron, y Wranglerse desfogó haciendo un precioso tirabuzón derrapando que le podía haber costado un desllante. Nunca creímos que fuera posible.

 

Y el grupo se dispuso para su primera acampada bajo una brisa impertinente, pero no insoportable. Situamos los coches formando una barrera protectora, pusimos unos toldos a barlovento para protegernos, y comenzó a desplegarse la intendencia. Mitsubishi se preparó para cocinar un bacalao con patatas para todos, y la gente sacó alegremente cervezas y vino de las neveras para festejar un día bien terminado.

Afortunadamente, el bacalao regresó a la nevara antes de su pérdida irreversible.

A las diez de la noche, el viento arreciaba a temporal. A las doce, el temporal era una tormenta de arena en toda regla. Cenamos voluntariosamente convirtiendo cualquier cosa en una croqueta de arena, y nos fuimos a cualquier acomodo que se pudiera llamar cama. Y ahí empezó la segunda parte de la noche. No es obvio para alguien sin experiencia, pero cualquier objetopesado, depositado en la arena y azotado por el viento, genera turbulencias a su alrededor que retiran arena por barlovento y la depositan a sotavento. Toyota, que comenzó la noche razonablemente horizontal y atravesado al viento, vio amanecer inclinado más de 25º hacia un gran hoyo donde estaban sus ruedas de barlovento, y sólo pudo salir gracias a una eslinga. Toda la arena que faltaba estaba acumulada en una mini duna a sotavento, que dificultaba abrir la puerta y avanzaba lentamente hacia la tienda de Xavi. Instructivo, pero incómodo.

No siempre fue así. La segunda noche de acampada, justo en el mismo rellano alto, fue un éxito total. Mitsubishi cocinó por fin un magnífico bacalao con patatas bajo la luna en cuarto creciente, y pudimos relajarnos con el paisaje inerte y estéril a nuestros pies cubierto de sombras azules. El Erg aprobaba el progreso del grupo. Corrieron el vino, la cerveza y la sidra. (Si, la sidra. Treinta y seis botellas de sidra vasca en el Mitsubishi, aparte del bacalao, callos, carrillada, jamón y otras delicadezas. No es raro que tuviese que pisar a fondo en las cuestas).

 

Al final del viaje, la arena nos salía por las orejas (y por los ojos, la nariz, etc.), y fue esa saturación la que afianzó nuestra práctica. Nada vale lo suficiente mientras sea un objetivo por sí mismo. La sucesión de escalones, hoyas, inclinaciones laterales suaves en las que hay que acelerar para que el coche no chorree hacia abajo, y en general todas las trampas que opone el Erg a su paso, se fue convirtiendo poco a poco en una rutina. Los atascos redujeron su frecuencia y se resolvían con un tirón de eslinga o reculando hacia la vertiente opuesta para salir con impulso, y apenas detenían al convoy en su movimiento. Empezábamos a comprender el ambiente. Las paradas ya eran para leer de arriba abajo la siguiente duna y acordar una estrategia de ataque.

Una gran duna se entiende superada si se cambia de vertiente atravesándola por el collado más alto. Actuando con estrategia, con algo de fuerza bruta y con el vértigo como combustible, el grupo culminó con éxito los ocho ataques que se propuso: Sabor Superior (dos veces), Z, Oubira, GB, L, J y A. Toyota se portó como un león en todas ellas, pero las dos últimas requerían dosis extraordinarias de caballos y hubo de renunciar a media subida para no sobrecargar el motor.

 

Todos los motores, sin excepción, encontraron su límite en alguna subida de las grandes dunas. En cierta ocasión, mientras Mercedes jadeaba tras una cuesta de arena suelta especialmente vertical que solo él pudo subir, aparecieron unos ciclomotores con las ruedas casi deshinchadas, describiendo amplias curvas entre vertientes opuestas para ganar inercia. Llegaron hasta su altura sin mayor dificultad. David se acercaba a Goliat para venderle recuerdos. En otra ocasión, Toyota tuvo que reconocer que un salto a contraduna era técnicamente idéntico tanto si el patio ladera abajo era de cien o de solo dos metros. Solo el vértigo afianza el conocimiento. Lecciones aprendidas.

El viaje en conjunto estuvo muy bien organizado. Todos los hoteles, especialmente el Tombouctú de Merzouga donde nos alojamos varios días, fueron excelentes y ofrecieron un entorno cómodo para encendidas charlas sobre neumáticos y desiertos. El día de cambio de ritmo fue adelantado tras la debacle de la primera acampada, y nos llevó por una sucesión de regs, ríos de arena, hamadas y djebels que fue sumamente interesante. Como una exhalación, todo hay que decirlo. Quizá porque era parte de una etapa del Dakar.

 

Todos los miembros del grupo experimentaron una transformación al final del viaje, que dejó su poso personal. Toyota evolucionó su perfeccionismo conservador hacia una determinación calculada para aprovechar posibilidades que no había explorado. Mercedes movió seguridad y aplomo desde su máquina al piloto. Mitsubishi se desquitó de errores anteriores y comprobó aliviado que su preparación funcionaba perfectamente. Wrangler abrió camino para los otros tras aceptar que las dunas eran algo más que una pista de surf. Defender, el corredor de la Panáfrica, fue un compañero experto y constructivo en el que confiar completamente. Y el guía, Xavi, no cambió nada y es probable que sea mejor así. Habrá otros cursos que le necesitarán tal como vino.

Cumplimos todos los objetivos, con el corolario de que, si las cosas se hacen bien, los tránsitos se fusionan con los destinos. Todos hemos adquirido solvencia técnica. Todos los coches han encontrado sus  límites, y casi siempre han podido sortearlos. No rebasarlos, como hacen los inconscientes. Nadie ha roto nada. Nadie se ha parado ante un obstáculo. Hemos aprendido que un grupo es más que un conjunto de personas y que un convoy es más que una hilera de coches. Orden de dunas. Xavi, Toyota, Mercedes, Mitsubishi, Wrangler y Defender. Quizá no estábamos todos los que eran, pero es seguro que éramos todos los que estábamos.

 

Algunas frases memorables pronunciadas en el viaje:

‘¿Cómo que no hay nada ahí arriba? Eso no me tranquiliza demasiado’

‘Mercedes, ¿puedo llamarte Merche?’

‘Con razón no iba bien. Llevaba el freno de mano echado’

‘Esta duna, a la butxaca’

‘Pues anda que tú, vendiendo conejos…’

 ‘Este viento parará a las nueve y media’

‘Andaba yo más despistado que un hijoputa en el día del padre’

‘Ese coche, ¿te lo regalaron en el Decathlon al comprar la mesa, o fue al revés?’

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